Albert Einstein, el icono de la genialidad cuyo nombre es sinónimo de inteligencia, tuvo un comienzo académico sorprendentemente humilde. En 1895, a los 16 años, intentó ingresar en la prestigiosa Escuela Politécnica Federal de Zúrich. Aunque demostró habilidades excepcionales en matemáticas y física, suspendió las secciones de materias generales, como francés, química y biología. Lejos de desanimarse, este 'fracaso' lo llevó a matricularse en una escuela cantonal en Aarau, Suiza, donde perfeccionó sus conocimientos y desarrolló su revolucionaria forma de pensar.
Este episodio nos enseña que un contratiempo no define nuestro destino. La curiosidad insaciable de Einstein y su capacidad para cuestionar las verdades establecidas fueron más poderosas que cualquier examen. Fue su pensamiento visual, imaginando que viajaba sobre un rayo de luz, lo que finalmente lo condujo a la Teoría de la Relatividad, una de las piedras angulares de la física moderna que cambió para siempre nuestra comprensión del espacio, el tiempo y la gravedad.
Más allá de la ciencia, Einstein fue un apasionado defensor de la paz y los derechos civiles, utilizando su fama para abogar por un mundo más justo. Su vida es un testimonio de que la verdadera genialidad no reside en la perfección, sino en la perseverancia, la imaginación y el coraje de pensar diferente.